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Fuente: Revista Del Campo, El Mercurio
Fundación lanza programa para recuperar, restaurar y conservar bosque nativo en terrenos privados entre las regiones de Maule y Los Lagos.
Roberto Soto tiene un campo de 650 hectáreas en la comuna de Colbún, junto al poblado de Rari y a las termas de Panimávida. Es un predio con pendientes precordilleranas cubiertas con bosque nativo del tipo esclerófilo propio de la Región del Maule. Sin embargo, en los años 80, convirtió 50 hectáreas a plantaciones exóticas, aprovechando las franquicias que el Estado ofreció para el fomento forestal.
Hoy decidió reandar ese camino y firmó un convenio con la Fundación Reforestemos para empezar con lo que denomina una devolución de mano a la naturaleza: plantar 14 hectáreas con bosque nativo –elegirá entre quillay, roble, hualo espinos y litre-, en una primera etapa. ‘Somos la generación siguiente. Hemos observado que el impulso que se dio en ese momento fue mal manejado, fue un poco abusivo, y lo que en realidad ocurrió fue que se sobreexplotó el bosque. Entonces, quisimos dar vuelta la página y, de alguna forma, demostrar que ese tipo de manejo es reversible y también se puede, si uno tiene la voluntad y la ayuda, recomponer el debido equilibrio que en su minuto se quebró en los ecosistemas naturales, que son tan provechosos y que hay que cuidar’, dice.
Roberto Soto es parte de los nuevos programas que lanzó la Fundación Reforestemos, orientados a la restauración y conservación de bosques nativos en terrenos privados para predios ubicados entre las regiones de Maule y Los Lagos.
Vuelco a los privados
El objetivo de la convocatoria, abierta hasta julio de 2022, es ayudar a recuperar y conservar zonas de alto valor ecológico, con modelos capaces de autofinanciarse y autosustentarse en el largo plazo, dicen en Reforestemos.
Para ello contemplan financiamiento parcial o completo, además de mano de obra, insumos, plantas y asesoría técnica, según la modalidad del proyecto, a lo que pueden postular tanto campos de más de siete hectáreas reforestables así como pequeños propietarios, con terrenos de entre 0,25 a cinco hectáreas, quienes deben comprometerse a manejar los bosques según lo que estipula la legislación forestal.’Hemos aprendido que el cuidado medioambiental y la reforestación de nuestro país, en particular, son desafíos que deben abordarse con la participación y compromiso de todos los actores de la sociedad. Quisimos abrir esta oportunidad para que cualquier persona con la voluntad y posibilidad de aportar a la recuperación ecológica tenga las herramientas para hacer crecer un bosque nativo en su terreno, lo que genera un agente de mitigación del cambio climático como camino hacia la recuperación y el bienestar del planeta’, señala Suzanne Wylie, directora ejecutiva de Fundación Reforestemos.
En la fundación se aprontan a completar un millón de árboles plantados en 10 años de funcionamiento y destacan que la campaña de restauración ciudadana que encabezan es la más grande en la historia, si se dejan de lado los programas de Conaf, que son compromiso de Estado.
Reforestemos parte después del incendio que arrasó con el bosque nativo en las Torres del Paine a fines de 2011. De hecho, partió llamándose Reforestemos Patagonia, luego de que jóvenes de Santiago decidieron armar un programa para ayudar a replantar todo lo que se había quemado, a través de un convenio con Conaf, que después se amplió a Aysén. Luego, en 2017, tras el megaincendio forestal en la zona centro-sur, considerado uno de los más grandes en la historia, fueron contactados por empresas para replicar lo hecho en la Patagonia. De ahí ampliaron su acción a Ñuble y Biobío hasta llegar ahora a 10 regiones, con lo que dejaron de plantar solo en áreas silvestres protegidas.
‘Nos dimos cuenta de que también había una necesidad infinita en otro tipo de superficies. Ahí empezamos a abrirnos a reservas privadas; por ejemplo, hemos hecho buenos proyectos con el Centro Experimental de la Universidad de Chile en Constitución. También trabajamos con municipios y ahora estamos empezando esta nueva patita que tiene que ver con los propietarios privados’, destaca Suzanne Wylie.
Con compromiso
Dependiendo del tamaño del proyecto, se genera un marco regulatorio que tiene dos posibilidades: un derecho real de preservación o un contrato entre privados, con varias cláusulas y requerimientos en los que se sella un compromiso compartido del propietario y la fundación, que da la tranquilidad de que va a haber un cuidado con ese suelo y que no va a cambiar de objetivo, que será ciento por ciento asociado con la conservación.
‘El derecho real de conservación es un concepto relativamente nuevo en Chile y lo que busca es que el propietario, en base a este instrumento legal, se comprometa a conservar un patrimonio o parte de este patrimonio natural. En el fondo, se establece que ese campo, predio o sector dentro del campo no va a ser tocado para ningún otro uso, de aquí a la eternidad. Y para eso cuenta con un garante, un tercero que avala y que se preocupa de que efectivamente eso se cumpla’, aclara Wylie.
No obstante, estas restricciones y regulaciones implican castigo para el privado si hay algún cambio en ese uso de suelo; también hay que considerar que la persona al entregar la tierra a un objetivo asociado a la conservación va a tener directamente un retorno ambiental importante. ‘Es una manera de resguardar que las siguientes generaciones no cambien ese uso de suelo a otro objetivo’, apunta la directora ejecutiva de Reforestemos.
De hecho, en Chile el derecho real de conservación es el que está más profesionalizado respecto de proyectos de privados y hay varias ONG y otros organismos que trabajan estimulando y buscando propietarios privados que quieran armarlos, para apoyarlos y asegurar que la mayor cantidad de tierras vaya quedando protegida en el tiempo.
En el caso de los programas para los pequeños propietarios, se hace un contrato entre privados, una herramienta regulatoria en la que el propietario y Reforestemos establecen el compromiso y obligaciones para la protección del lugar.
‘Son personas que tienen una conciencia ambiental bastante elevada; saben harto del tema y se van dando cuenta de cómo, finalmente, esto es un patrimonio natural y que tiene un valor tanto económico como ambiental, el devolverle a la tierra su ecosistema original. Y más que la conciencia ambiental es tener la convicción de que este tipo de uso de suelo va a retribuir servicios ecosistémicos, un mejoramiento en las condiciones de la tierra, la erosión del suelo, la regulación de las napas subterráneas, y un montón de aspectos propios del suelo, que son los que motivan al privado a comprometerse con algo así’, recalca Wylie.
Como un gran alivio para quien intenta una plantación frente a trámites engorrosos que desde el principio empiezan a desmotivar, define Roberto Soto el apoyo recibido hasta ahora de Reforestemos. Se refiere al aporte de las plantas y de hacer la plantación propiamente tal, como llevar voluntarios, hacer los hoyos, plantar, poner los protectores y los tutores y después hacer el seguimiento para que todo se maneje en forma correcta para que los árboles crezcan.
‘Si bien Roberto Soto recalca que su regreso al bosque nativo es ‘una noticia en desarrollo’, porque la experiencia recién está partiendo y está por verse qué tan exitosa va a ser en términos del prendimiento de las plantas, tiene clara la ganancia en sustentabilidad.
‘Hay una ganancia en ser coherente con el pensamiento y la forma de ver el planeta de las generaciones que vienen. Mis hijos, mis nietos, uno los ve muy preocupados de lo que está pasando y es todo un tema que se levanta en las conversaciones familiares. Afortunadamente, gracias, a lo mejor, al mismo esfuerzo que en su minuto generaciones anteriores, como las de mis padres, quisieron sacarles provecho económico a esas 50 hectáreas, hoy existe la posibilidad de buscarles una explotación más sustentable, una reserva natural que pueda explotarse turísticamente, con circuitos de trekking, de bicicleta; a lo mejor con cabañas y abrirlas a que la gente pueda aprovecharlas de otra manera que no sea tan hostil’, cierra Soto.
Soledad Corti Otaegui de Chile ha plantado 1 árbol en la Patagonia.