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Entre fines de 2011 y principios de 2012, un devastador incendio, iniciado por la negligencia de un turista, desató una catástrofe de proporciones en el Parque Nacional Torres del Paine. La magnitud del siniestro, que obligó a la movilización de las autoridades para distribuir recursos en su combate, también gatilló la solidaridad de algunas organizaciones para contribuir en su restauración. Fue el caso de Reforestemos Patagonia, un grupo constituido como fundación que inició campañas de reforestación para amortiguar el incalculable daño producido por el incendio.
A diez años del deplorable hecho, que destruyó casi 17 mil hectáreas de bosque nativo, Reforestemos Patagonia se encuentra convertida en Fundación Reforestemos, y hoy es una organización consolidada que desarrolla planes de trabajo integral de reforestación en 11 regiones del país y más de 56 comunas. Lo consigue a través de una figura de alianzas público-privadas para coordinar acciones de diferente índole en función del cuidado, recuperación y valorización de áreas silvestres protegidas bajo tuición de la CONAF, pero también de zonas de alto valor ecológico que dependen de los municipios.
Ad portas de cumplir su decenio de vida, Fundación Reforestemos tiene muchos motivos para celebrar: superó el millón de árboles nativos plantados a través de sus variadas campañas y fórmulas de reforestación, convirtiéndose en la iniciativa de restauración ecológica ciudadana más grande de la historia de Chile.
Esta meta fue alcanzada a través de campañas como la donación de árboles por parte de personas naturales desde la web reforestemos.cl, el financiamiento de empresas a proyectos específicos, actividades corporativas de empresas que costean los árboles e invitan a voluntarios (as) a sumarse, alianzas con municipios y CONAF, entre otras.
-En el momento en que se constituye la fundación como Reforestemos Patagonia, en plena reforestación de Torres del Paine, ¿pensaban que llegarían a esta cifra tan grande de un millón de árboles nativos plantados?
-Sí. Cuando nacemos como Reforestemos Patagonia no se sabía mucho de reforestación nativa en Chile ni qué implicaba en términos de recursos económicos. Partimos de una forma ingenua, pero siempre nos propusimos plantar un millón de árboles nativos desde el principio, tratando de ser un aporte relevante. Con el pasar de los años nos dimos cuenta de que la meta era ambiciosa, y que teníamos que ser muy rigurosos para que los proyectos tuvieran viabilidad y siguieran su curso, sobre todo para que los árboles sobrevivan. Había que hacerlo de forma disciplinada, estudiando los plazos de plantación y su procedencia. Nos demoramos un poco más, pero el sueño de llegar al millón de árboles siempre estuvo en el origen del proyecto.
-¿Qué evaluación haces de los 10 años de existencia de la fundación, basado en este esquema de alianzas público-privadas y las comunidades?
-Estamos súper contentos y orgullosos con lo que hemos logrados. La idea era hacer una figura que hiciera convivir al sector público (la CONAF, especialmente) con este interés de la sociedad y las empresas. Las empresas creyeron en el proyecto, que ha crecido a una gran velocidad, y va de la mano de cómo ha ido creciendo la necesidad ecológica. Nacimos por el incendio en Torres del Paine y nunca dejamos de plantar en la Patagonia chilena. Pero al mismo tiempo ocurrieron otras catástrofes ecológicas que nos obligaron a abrirnos a otras regiones. Precisamente los grandes incendios del 2017 provocaron nuestro cambio de identidad a Fundación Reforestemos. El tamaño de la fundación ha ido creciendo en función de cómo crece el problema en que estamos: cambio climático, vulnerabilidad, sequía, incendios, altas temperaturas. Aparte de las 11 regiones, tenemos alianzas para llegar a sectores donde está la Universidad de Chile, el Parque Metropolitano, otras ong’s, y ojalá para darle el mayor alcance posible a los proyectos. Hemos podido visibilizar un problema que es gigante y que depende de todos.
-¿Cuánto aporta el trabajo de la fundación al cumplimiento de las metas trazadas por Chile en sus NDC en lo que respecta a mitigación a través de la reforestación?
-Bueno, acá hay que evaluar el aporte desde varios ángulos, no solo desde la cantidad de árboles plantados. Un millón suena como una cifra importante; de hecho, lo es, pero en términos de superficie no es lo que nos gustaría. Nos gustaría reforestar en un millón de hectáreas. Pero sí creo que es un aporte muy significativo impulsar la recuperación y la restauración de zonas de alto valor ecológico, no solo de parques o reservas nacionales. También dentro de municipios, con los colegios, es decir, con todos los sectores que se puedan sumar a este gran compromiso que tenemos como país. Ahora, claro, el compromiso de superficie a reforestar es muchísimo, y por eso es importante que todos los organismos vayamos sumando. Si no, la meta no la vamos a cumplir.
-¿De qué manera han llegado a una cobertura de 11 regiones de Chile? ¿Bajo qué criterios se prioriza para reforestar?
-Siempre nos basamos en proyectos de reforestación en zonas donde podemos tener la certeza y tranquilidad que el uso de suelo va a estar asociado a la conservación. Por eso es tan importante trabajar con la CONAF, porque lo hacemos desde la base de sus áreas protegidas y son territorios que nunca van a ser tocados por el ser humano. Ese es un primer criterio con el que nacimos: preservar y conservar lo que está. Pero también les damos mucho énfasis a zonas de alto valor ecológico que a veces dependen de los municipios, o que son propiedad privada de personas naturales que quieren armar un marco legal en este tema. Pero, en el fondo, debemos tener la convicción absoluta de que el uso de suelo nunca va a cambiar. Y por otro lado, nos basamos en un criterio ecológico y restaurativo; es decir, por ejemplo plantamos en cuencas que son relevantes en recursos hídricos, que tengan cierto tipo de flora y fauna en peligro de extinción, entre otras.
-¿Qué papel cumplen las grandes empresas en este modelo de trabajo de Reforestemos?
-El aporte de las empresas es clave porque aportan el recurso económico necesario. Si no, no podríamos hacer nada. En el caso, por ejemplo, de CMPC tenemos distintos tipos de alianzas: ellos nos donan los árboles nativos, por el tamaño que tiene dicha empresa, estando en un rubro que no nos gusta tanto. Sin embargo, tienen un proyecto de sustentabilidad súper relevante, con un vivero profesional, uno de los más grandes de Chile, en Yumbel, y ahí viverizan esta cantidad infinita de especies que nos donan y con ellas nosotros buscamos proyectos. Hay otras empresas que entregan una mirada desde la responsabilidad social empresarial, a través de campañas de marketing para sus consumidores, regalando arbolitos. Las alianzas nos dan la posibilidad económica de hacer crecer el proyecto.
-¿Y cómo la gente común y corriente, sobre todo los más jóvenes, se puede hacer partícipe de estos proyectos, habida cuenta de esta nueva conciencia ecológica y ambiental que tienen incorporada?
-Tenemos nuestro sitio web reforestemos.cl, que busca llegar a cualquier persona para que se motive y pueda aportar un árbol nativo desde cinco mil pesos. Le llega un certificado por mail con un link que indica las coordenadas exactas donde será plantado su arbolito; se puede también crear un árbol o bosque con el nombre del usuario o de su familia; también regalan árboles para el día del amor, etcétera. También se hacen campañas para convocar voluntariado y jornadas de educación. Nos mantenemos en contacto con la comunidad.
-¿Hay alguno de estos proyectos en estos 10 años de fundación que a ti te haya dejado alguna enseñanza, y que haya tenido un impacto ambiental y en la comunidad?
-Para mí el caso de Santa Olga (de los megaincendios de 2017) fue súper significativa por cómo estaba la comunidad completa. Habían perdido todas sus casas, incluso alrededor de Santa Olga, y luego les volvió el alma al cuerpo. Nosotros decimos que la restauración de la naturaleza restaura a la sociedad. Y en este caso lo vi con mis ojos y lo sentí con mis manos. La gente volvió a creer. El incendio se había llevado todo, y a nivel humano establecimos vínculos bonitos con las juntas de vecinos y los alcaldes. El crecimiento de las especies ha sido notable: ahora tenemos quillayes sobre los dos metros de altura.
-Ahora, hablando de las proyecciones, ¿cómo se dio la posibilidad de expandir las fronteras y tener la posibilidad de trabajar este modelo en Argentina y Perú?
-Desde el 2020 hemos trabajado fuertemente esta opción de abrirnos a otros países, porque Latinoamérica es una de las regiones más vulnerables al cambio climático. Es cosa de ver lo que pasa en la Amazonía, donde miles de bosques nativos se queman para proyectos productivos. Nosotros queremos llevar este ejemplo que ya tiene resultados: son 10 años de conocimiento y eso es un lujo. La meta es poder plantar en otros países, ya que este problema hay que verlo sin tanto recelo territorial, sin tanta frontera, porque es un mismo gran lugar el que hay que proteger. Estamos con un convenio para trabajar en Perú, en la zona de Madre de Dios, en una parte de la Amazonía peruana, y también en la Patagonia argentina, donde esperamos estar en marzo. El aire que respiramos no tiene límite territorial.
-¿Qué proyección hacen ustedes en los próximos 10 años de la fundación? ¿Volver a plantar otro millón de árboles? ¿Involucrarse en proyectos de otra naturaleza?
-Para nosotros es importante destacar que es nuestro primer millón, pero que necesitamos plantar varios millones más. Vamos a trabajar en esa línea, nuestro sueño es estar en la mayor cantidad de países posibles y generar la mayor cantidad de alianzas posibles. Queremos mandar un mensaje de que todos como sociedad empujemos hacia ese cambio de switch. Pretendemos hacer crecer los proyectos de prevención de incendios forestales; sabemos que le 99,7 por ciento se producen por efectos humanos. Hemos hecho un trabajo importante de concientización, de silvicultura preventiva, porque los incendios no discriminan. Hay que relacionarse más armónicamente con la naturaleza.
Soledad Corti Otaegui de Chile ha plantado 1 árbol en la Patagonia.